Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia...

lunes, 18 de junio de 2012

Les contaré de Rosmari..

Era una inusual tarde cálida de otoño, y Rosmari se encontraba sentada en el banco de una plaza porteña en el barrio de Barracas. Observaba la gente pasar y las hojas secas de los arboles caer. Sucedía el ocaso, y la tarde se vestía de un dorado anaranjado.
Ella simplemente transitaba esos instantes en dónde no parecía correr el tiempo. Su objetivo era solo sentir la brisa del viento sobre su cuello, el olor a la humedad de las hojas que le remojaban sus labios, y tratar de no pensar.
Tratar de no pensar en nada, en problemas, agobios, preocupaciones, deseos, aflicciones, que ya eran demasiados.
Se mantuvo así por media hora, hasta que cuando se inclina hacia atrás, su mano roza con un pedazo de papel que se encontraba a su lado en el banco. Se gira para mirarlo, y era una carta con su nombre.
'¿Quién la puso ahi?' giró su cabeza en todas direcciones, para tratar de identificar a alguna persona que se encuentre por ahí cerca, alguien que le de una pista de su destinatario, pero no teniendo suerte, abrió la carta y empezó a leer su contenido.
Reconoció inmediatamente la letra.

''Querida Rosmari,
Te escribo la presente, porque no tuve el valor de poder decírtelo de frente. Se que te encanta sentarte a ver el atardecer diariamente, por eso se me ocurrió hacerlo de ésta forma.
Primero que todo, agradecerte todo lo que hiciste por mi todos estos días, desde que te conocí fuiste un rayo de luz para mi. Tus cuidados, tu compresión y tu cariño es algo de lo que siempre voy a estar agradecido y en deuda contigo. 
Fuiste lo mejor que me pasó éste año, sos una gran persona, dulce, cariñosa, fuerte, y sabes como hacerte valer. Muy pocas mujeres son como tú. Eres especial.
Por eso mismo te escribo esta carta, soy un cobarde.Te mereces alguien mejor, y sobretodo, te mereces ser feliz con alguien que te corresponda de la misma manera que lo haces tú. Ojala algún día me entiendas, ojalá que no me odies por ésto. 
Lo que tuvimos estos últimos meses fue hermoso, pero tu futuro está con alguien más, créeme.
En este momento, estoy camino a mi provincia de origen con mi familia. 
Perdóname. No me odies...
Te Quiero...
Alejandro P...''

Las lagrimas de Rosmari borraron las ultimas palabras de la carta. 
La noche calló de golpe, el viento asotaba fuertemente su pelo, pero no paraba de llorar. La tristeza la invadía y el tiempo ésta vez se apuraba. Aunque sus lágrimas parecían no agotarse, con la tormenta que se habia disparado, regresó a su casa. Allí, ante el agobio, se quedó dormida en su sillón, con los ojos hinchados, hasta el atardecer del día siguiente. Luego se levantó e intentó respirar...me llamó por teléfono para contarme lo sucedido pero en un momento colgó. Me dijo que sentía que le costaba respirar. Un vacío en el pecho le impedía la expansión de sus pulmones, por lo que en un momento se quedó sin voz. Yo no supe que hacer. Me cansé de llamarla, fui hasta la casa repetidas veces, toque el timbre y llamé a su puerta, pero no hubo respuesta. Me había llamado particularmente la atención que en el cantero del frente de su casa hubiera un rosedal muerto, ya que es muy difícil que éstos se te sequen, sobretodo con el clima húmedo de Buenos Aires. 
La vecina me dijo que la había visto un par de veces salir por la noche a caminar. Era lo único que sabia.

Un mes después de lo ocurrido volví a verla. Pasó a mi lado pero no me saludó, quiero creer que no me reconoció. Capas que no me vio. Pero ya no era la misma. Su mirada era dura y vacía a la vez. Ya no tenia el rimel corrido y sus labios marcaban una linea recta que la hacían inexpresiva. Llevaba un traje negro, y ningún maquillaje en su rostro. Ese rostro que antes había podido iluminar cualquiera sea el que se opusiera, hoy en la multitud intrínseca se perdía. 
Un corazón más desgarrado, un amor más fue olvidado.

Daniela R. Palearuzza

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